Los gráficos de Bioshock destacan por la ambientación del juego. Son de una calidad innegable, pero una vez en la partida, es difícil prestar atención a los gráficos cuando ante ti se muestra una ciudad tan peculiar, de un estilo que evoca mediados del siglo XX, paredes atestadas de carteles publicitarios y neones parpadeantes que parecen pugnar todavía por mantener la gloria de una ciudad que, de tan utópica, ha acabado corrompiéndose.
Los efectos de iluminación te recordarán continuamente en donde te encuentras. Rara vez dispondrás de tanta luz como te gustaría, pues es inevitable sospechar de muchos de los rincones oscuros que te rodearán.
Tus víctimas reflejarán la manera en que han sido eliminadas si las incineras, y los efectos derivados de tus plásmidos están bastante conseguidos aunque una vez vistos por primera vez quizá pequen de poco espectaculares.
Los escenarios estarán repletos de detalles, de objetos, que con bastante probabilidad haga que los explores más a fondo fijándote en qué es susceptible de ser utilizado y qué es sólo decorado, aunque hay una opción que hace resaltar los objetos utilizables.
La música no desentona con la estética de época del juego. En ocasiones, al entrar en una sala, se escuchará por megafonía alguna melodía, publicidad o, con cierta frecuencia, mensajes de adoctrinamiento.
De hecho, una de las pegas es que el volumen de muchos de esos elementos, si bien por separado es adecuado, en conjunción puede resultar confuso y probablemente no entiendas algo. También puede suceder que el mensaje que estás escuchando te distraiga de los pasos de un splicer que está peligrosamente cerca (aunque normalmente los diarios están alejados de la acción para que puedas escucharlos con tranquilidad). No será un hecho aislado, sin embargo, que las frecuentes comunicaciones de Atlas se superpongan a algún otro sonido de interés del entorno.
El manual remarca brevemente las características principales del juego, y se centra especialmente en las máquinas que encontrarás en la ciudad. Aunque suficiente, se echa en falta información más detallada sobre cada uno de los plásmidos y armas convencionales, y una buena introducción a la historia de Rapture (que sí da el juego, aunque a cuenta gotas, dividida en cada uno de los diarios). Leyendo el manual, da la sensación de que hayan desaprovechado una historia tan buena como la que tenían entre manos.
Es una pena que cajas como la de Bioshock, metálicas y con relieve, están pensadas para guardarse de perfil, como menos lucen. Aunque aún luciría más si la carátula no estuviera presidida por ese desagradable rótulo que reza “Games for Windows” y que tanto la afea.
Un muy buen shooter cuyas principales bazas sean probablemente la originalidad y la ambientación, amén de una historia intrincada que se va desgranando con cada paso que das, con cada diario que encuentras. Muchos de vosotros no continuaréis jugando sólo para acabar con la aventura, sino para conocer toda la historia de Rapture.