Retomando el hilo de su argumento, te encontrarás en una ciudad sumergida llamada Rapture, de la que poco a poco irás conociendo más cosas, gracias a las comunicaciones de algunos de sus habitantes, a los diarios que podrás encontrar desperdigados, vestigios de pensamientos de algunos de sus más ilustres ciudadanos, y como no, el aluvión de imágenes que comenzarás a asimilar… No te queda otra si quieres seguir vivo.
Desde el comienzo, contarás con los consejos de Atlas, que te irá guiando por la ciudad y te convencerá para que le ayudes en una misión personal en la que otrora fue una ciudad habitable. Pero su ayuda no irá más allá de las indicaciones, pues serás tú quien se las tenga que ver con los splicers, enloquecidos zombies que vagan por doquier, y los Big Daddies, enormes moles acorazadas que protegen a unas niñas que albergan la llave de tu objetivo, para bien o para mal.
Pronto te verás en el dilema de qué hacer con esas niñas, una vez hayas eliminado a sus escoltas, pues esconden el Adam, sustancia que ha llevado a Rapture a convertirse en una ciudad fantasma y salvaje. El Adam es una cura desarrollada a partir de un parásito de las profundidades del mar con el que se consiguen modificaciones genéticas, pero la naturaleza humana es tan salvaje bajo la superficie del mar como sobre ella, y lo que se descubrió como una cura degeneró en aplicaciones más agresivas y orientadas al combate.
Así, te valdrás del Adam de las niñas, bien sea cosechándolas o rescatándolas, y de los plásmidos y tónicos genéticos para aumentar tu poder y adquirir letales habilidades para lidiar con los enemigos que te saldrán al paso. La variedad de armas convencionales y de plásmidos te asegurará un método eficaz para acabar con cada uno de los enemigos, pero tendrás que ser lo suficientemente rápido para cambiar de arma.
Si bien la jugabilidad de Bioshock no difiere en mucho de la de otros shooters, la posibilidad de alternar entre armas como la ametralladora y la pistola y los plásmidos con los que podrás electrocutar, incinerar o congelar a tus enemigos, entre otras posibilidades, le da al juego mayor margen de maniobra.
A lo largo de tu camino te toparás con varios tipos de máquinas expendedoras que te proporcionarán munición, botiquines y más objetos. Podrás piratearlas para optar a más objetos a menor coste, o curarte de manera más barata. Para piratearlos, deberás conducir un flujo por una cuadrícula de diferentes secciones de tubo en un minijuego que aumentará de dificultad conforme avance la partida, a excepción de los últimos escenarios. O eso, o echar mano de una pirateadora automática que previamente habrás podido adquirir. Estos minijuegos te liberarán de la tensión típica de los shooters, y te harán pasar unos segundos relajados llevando el flujo a su destino. Hasta que la dificultad se torne excesiva, claro.
La manera de acabar con ellos variará mucho en función de quién o de qué se trate. Por lo general, la munición perforante será ideal para todo aquello metálico que se te ponga a tiro, como los Big Daddies, las torretas apostadas en numerosos puntos de la ciudad y las cámaras de seguridad que, si bien no disparan, darán una señal de alerta si te dejas ver, y durante unos angustiosos minutos serás visitado por robots de seguridad que sólo se retirarán al finalizar la alarma (tras un tiempo establecido, o si consigues desactivarlos).
Los splicers son los ciudadanos de Rapture, pero degradados por un abuso de Adam que les ha convertido en desechos humanos adictos a esa sustancia, y que se lanzarán contra ti como posesos en cuanto te vean. Hay varios tipos y cada uno de ellos es especialmente inmune a un ataque en concreto. Eso te obliga a estar atento a quién se te aproxima y, en caso de que sean varios de todo tipo, decidir un plásmido común para acabar con ellos.
Respecto a la IA de los enemigos podemos decir que no supone nada nuevo. Tanto los splicers como los Big Daddies, amén de bots y torretas, tendrán como único mérito perseguirte hasta que uno de los contendientes caiga, aunque los primeros irán un poco más allá y si se ven gravemente heridos y les das un respiro, buscarán una terminal de salud cercana para restañarse las heridas. Lo cual tampoco dice mucho a su favor porque será fácil que les sorprendas de espaldas a ti mientras intentan curarse, con lo que serán un blanco fácil si les acosas.
Las lides entre tus enemigos se verán algo forzadas, no siendo del todo creíbles las peleas entre los enfermizos splicers y los protectores Big Daddies, y seguramente tengas que intervenir para no caer presa del aburrimiento mientras ves que sus ataques parecen resultar ineficaces.
Hacia la mitad del juego comienza a echarse en falta más variedad de enemigos, pues aunque estos van suponiendo más dificultad a medida que transcurre la historia, no dejan de ser los mismos.
Los escenarios se diferencian unos de otros, pero sólo hasta cierto punto, y es que no hay que olvidar que se trata de varios niveles de una misma ciudad, varias plantas de un mismo piso, por así decirlo. Aún así, las numerosas opciones de exploración, el plásmido que te confiere el poder de la telequinesis para llegar a objetos fuera del alcance normal y la incineración, con la que podrás derretir hielo y adentrarte por caminos antes vedados, aseguran muchas posibilidades. No hay escenarios exteriores, pero sólo se siente la claustrofobia donde se pretende que se sienta, en lugares angostos de iluminación confusa e intoxicados de vapor; el resto de lugares dan sensación de libertad aunque se intuya que no van a estar despoblados.