El título gira en torno a una campaña no muy larga pero entretenida, y cuyos logros se traducirán no sólo en pasar al siguiente mapa, sino también en desbloquear otros del modo desafío. La campaña te introduce en la mecánica del juego. En cada mapa deberás poblar los alrededores de cuatro tótems, cada uno de los cuales te otorgará un poder diferente. Cuando todos los tótems estén ocupados, se abrirá un portal y tendrás que hacer llegar a las gentes hasta él para pasar al siguiente mapa.
Pero esto no es un editor de escenarios. No tienes poder absoluto sobre la naturaleza (¿qué gracia tendría, si no?) y los elementos conspirarán continuamente contra esos indefensos y primitivos pobladores. Tendrás que modelar el paisaje para hacerlo habitable y transitable, contener el ímpetu de tsunamis, desviar los ríos de lava, poner a salvo a los humanos de las inundaciones y otras muchas acciones. Si bien el principio es plácido, los últimos mapas se tornan verdaderos retos contrarreloj en los que un fallo o demora frustrarán el éxito. Una manera estimulante de impedir que el jugador pierda el interés porque, aunque difíciles, la libertad de acción nos permitirá volver a afrontar los mapas desde otro enfoque.
La libertad de acción es, de hecho, lo que más define la jugabilidad. Se te dan las instrucciones básicas, y a partir de ahí todo será cosa tuya. Dónde emplazar los caminos, hasta qué altura elevar los poblados o saber por qué gritan y no pueden llegar a su destino los humanos serán cuestiones cuya resolución será sólo tu responsabilidad. Pero no hay que asustarse; cuando has vivido dos tsunamis se te quitan las ganas de volver a erigir poblados casi al nivel del mar.
En lo técnico, el juego es notable. Sus pequeños fallos consisten en una cámara a veces algo incómoda y la misma intro para todos los mapas de la campaña. Sin embargo, es justo destacar lo bonitos que lucen los escenarios, los mares, y los efectos del agua y del fuego, además de la suavidad con al que se deposita la materia. Es cierto que los mapas pierden un poco con el zoom más cercano, pero en términos de comodidad, será algo que usemos poco. Una interfaz casi inexistente debido a lo básico de sus controles ayudará también a que se vean mejor los mapas. La melodía de acompañamiento, por otra parte, te sumerge en el juego perfectamente y no se nos ha hecho monótona en las horas que hemos empleado para realizar este artículo.
Una última consideración tiene que ver con el impopular e incómodo sistema DRM, incluido en el juego al principio pero finalmente retirado. La conexión a internet sigue siendo necesaria para el registro y la sincronización de datos. From Dust se comercializa sólo vía online a un competitivo precio de 14,95 € pero está traducido al castellano en todos sus textos, y las voces de los protagonistas, aborígenes, se mantienen en su idioma original.
Conclusión
Para valorar en su justa medida este juego hay que tener en cuenta un aspecto importante, y es que pertenece a un subgénero peculiar, y eso ya indica que no gustará a todo el mundo. Pero todo aquél que haya disfrutado en algún momento de un editor de mapas, sea cual sea el género al que perteneciera, encontrará divertido From Dust. Además, hay pocos juegos cuyo precio de salida sea de quince euros, y aunque es cierto que no da una gran cantidad de horas de juego, ofrece las mismas que muchos juegos actuales que triplican este precio. En definitiva, From Dust es un juego divertido, bien realizado y, para colmo, barato.
Lo mejor: La libertad de acción.
Lo peor: La duración de la campaña y la inclusión inicial del DRM, que ya ha sido retirado.