Como ya pasó en la cuarta entrega, en Civilization V también se ha simplificado el aprendizaje, aún más, y lo cierto es que el objetivo se ha logrado en gran medida. Hasta para los recién llegados, Civilization V es un juego accesible, porque entre los diferentes niveles de ayuda y asistencia, se encuentran algunos en los que prácticamente te van guiando de una unidad a otra y de una acción a otra, sin posibilidad de olvidarse de ninguna acción. Los recordatorios y los consejeros, a pesar de no ser tan intrusivos como en Civ IV, cumplen muy bien su función y guían e informan al jugador en todos los aspectos, hasta el punto de que en poco tiempo podremos permitirnos el lujo de desactivarlos.
De esta manera es mucho más fácil aprender y ejecutar los principios del juego, que son fundar ciudades, hacerlas crecer, expandir el imperio y destacar por encima de los demás tecnológica, política y socialmente, ganando la partida de una de las formas prestablecidas: victoria militar (cuando sólo tú eres quien controla su capital inicial), diplomática (cuando eres el mejor representado en la ONU), social/política (cuando desarrollas las suficientes políticas en tu nación) tecnológica (al contruir todas las partes de una nave espacial que mandar lejos de la Tierra) o por tiempo (quien tenga mayor puntuación al término de la partida, en el año 2050).
Las casillas hexagonales y el hecho de no poder apilar las unidades en una misma casilla hace más importante la calidad de tu ejército que la cantidad, ya que una casilla sólo puede estar rodeada por seis enemigos simultáneamente (e incluso esto lleva su tiempo en rodeos de las unidades). Por ende, aquí se premia más la previsión y una buena planificación que una producción sin sentido y alocada de unidades que, si no están en el lugar adecuado, de poco van a servir. De esta manera, las ciudades no tendrán que sacrificar tantos turnos para contruir unidades, ya que se requieren menos, y pueden dedicarse mejor a edificios y maravillas.
Entre la tendencia a simplificación y a la claridad encontramos algunos aciertos. Las políticas ya no se toman exclusivamente al alcanzar una etapa, sino que se van desarrollando con cada turno, sumando una cantidad de cultura determinada hasta llegar al cupo, y cuya producción se puede aumentar con edificios, maravillas y otras políticas. Y si bien se mantiene uno de los recursos del juego que influía en el crecimiento, el de los alimentos, se ha suprimido el de la salud, de modo que ya no hay casillas ni edificios que generen insalubridad. Un claro giro hacia la simplicidad. Sin embargo, otro de los puntos en que se ha querido simplificar el juego ha sido en el de las religiones. Un elemento tan importante y estratégico como ése hubiera sido el complemento perfecto para una diplomacia que, aunque con numerosas opciones, está carente de algunas de ellas. Dado que Firaxis ha sabido simplificar el manejo del juego con tanta maestría, sin sacrificar complejidad, el hecho de haber excluido la religión y algunas opciones diplomáticas como el vasallaje suena a cartuchos sin quemar, reservados para próximas expansiones.
Otra de las grandes novedades de Civ V es la inclusión de ciudades-estado, colocadas estratégicamente en los mapas y que hacen las veces de articulaciones en una diplomacia global sensible a cualquier desaire y donde estos pequeños territorios pueden suponer una pequeña ventaja (por los recursos que puden proporcionar) o un gran incoveniente (si son amigos del chico malo y fuerte de la partida y a quien no te gustaría enojar por haber declarado la guerra a uno de sus protectorados). Tras varias partidas, hemos llegado a la conclusión que es más rentable conquistar sin miramientos estas ciudades que intentar tenerlas permanentemente como aliadas, ya que además de caro, no te garantiza que no se pongan del lado de alguien más afín de lo que eres tú. Eso sí, cuanto antes se conquisten, mejor, porque luego se forjan amistades que complican mucho las cosas.
El apartado técnico no defrauda, donde los gráficos son los mejores de la serie y los detalles abundan, aunque quizá hubiera sido bonito poder acercar más el zoom para contemplar mejor las ciudades. El sonido es fabuloso, desde las voces originales (cada líder habla en el idioma de su civilización) como la música, realmente atractiva y variada, independientemente de la época que se esté jugando.
En cuanto al multijugador de Civilization V es difícil de concebir para el que juega partidas contra la IA de 16 ó 18 horas. Sin embargo, haciendo los ajustes pertinentes en la configuración de la partida (como el tamaño del mapa, las condiciones de victoria o el número de jugadores) se pueden llevar a cabo sesiones más asequibles en términos de tiempo. En tres horas da tiempo de sobra a acabar muchas partidas correctamente configuradas, y huelga decir que la satisfacción de competir (y ganar) a una persona es mayor que cuando se logra contra la IA.
Conclusión
Muchos cambios con respecto a la anterior entrega de Civilization hacen de Civ V un juego relativamente nuevo, fresco, con algunas ideas muy buenas y alguna que otra carencia. Perfectamente válido para principiantes, e igualmente divertido para los expertos, Civilization V mantiene un rasgo fundamental e identificativo: lo adictivo y rejugable que es.
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