Y es que en Gamefest han tenido, como el año pasado, un pequeño gran hueco para la nostalgia, el recuerdo y el reencuentro con aquellas primeras máquinitas electrónicas. Una pequeña exposición de los primeros videojuegos y de máquinas recreativas que han aportado ese punto nostálgico a una feria dominada por las novedades que están apunte de llegar a las estanterías de las tiendas. Y es que, nada como un buen juego, un amigo y ganas de pasárselo bien, independientemente de que tenga millones de polígonos en pantalla o un puñado de bits. Y es que yo me quedo con la reflesión de un par de gaditanos que me dijeron "nos hemos hecho casi 800 km para acabar jugando al Metal Slug en Madrid".
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